De cara a Dios by Víctor Oswaldo Arma Regal

De cara a Dios by Víctor Oswaldo Arma Regal

autor:Víctor Oswaldo Arma Regal
La lengua: spa
Format: epub
editor: Caja Negra Editores
publicado: 2017-06-27T16:07:45+00:00


Al poco rato, regresaron mi madre, el doctor Plasencia, Mery y el doctor Berenstein para avisarme que sería trasladado al piso once a la unidad de Cuidados Intensivos.

—Hi.

Moví la cabeza, saludando a la enfermera que me recibía en el piso once.

—Do you speak English?

Negué con la cabeza.

—Spanish?

Mi cabeza indicó que sí.

—Yo hablo español, mi nombre es Daisy, voy a ser tu enfermera hoy —me dijo—. ¿Cómo te llamas?

Apunté mi nombre en las hojas que tenía.

Daisy fue mi primera enfermera y una bendición. Menor que yo en edad, su entrega y capacidad me hicieron sentir tan protegido como un niño en un ambiente familiar. Luego vendrían Rachel, Dany, Dina, Kerry, Marie, Nalda, etc., y los auxiliares. Ella se encargó no solo de instalarme en mi nueva cama, sino de ser mi intérprete, o de mi letra, para ser más precisos, y eso sí que era una tarea.

Luego de instalado y de que me pusieran una vía profunda por si ocurría una hemorragia, tomé el que sería, por varias semanas, mi último alimento por vía oral.

Al día siguiente, entré a sala. El lugar estaba lleno de médicos y enfermeras. El mismo doctor Berenstein me tranquilizó diciéndome que no me preocupara, que tenía a los mejores con él. A partir de ese momento, quedé a cargo de los anestesistas. Uno de ellos, un hombre tan alto como bonachón, me dio a entender que no me preocupara si sangraba. Otro de ellos, alertado de que no podía estar echado, me sentó, mientras me introducía por la nariz el tubo que permitiría que me pongan a dormir. Casi al borde del sueño, recé una oración dando gracias por haber llegado hasta allí.

Me desperté de nuevo en Cuidados Intensivos, oyendo la voz del doctor que le explicaba a mi madre mi estado.

—Hemos extraído de la boca unas cosas negras que ya los de laboratorio nos dirán qué son. Esa boca parecía un basurero de la cantidad de cochinada que hemos sacado, la mandíbula estaba como desplazada de su sitio, tuve que hacer venir al doctor Persky.

—¿Sangró doctor?

—Bastante, señora, pero le he puesto mucho glue, como para que no dé problemas un tiempo, mientras tanto hay que hacer planes.

—¿Se va recuperar?

—Por el momento está bien, pero el muchacho no puede seguir así, estamos pensando en la posibilidad de retirar todo quirúrgicamente, desde el hueso hasta la piel.

—¿Todo?

—Sí, luego reemplazaríamos la piel con injertos y el hueso con titanio o con uno de la pierna que no se usa para caminar.

Me levanté y saludé con un gesto. El doctor volvió hacia mí y continuó.

—Pero cualquier cosa que intentemos no será hoy, ni mañana, quizá en seis meses o un año. Vamos a ver cómo evoluciona. Por el momento, lo que interesa es que te fortalezcas, así como estás no me aguantas nada.

Mi madre asintió.

—¿Cómo lo alimentaban, señora?

Mi madre buscó el artefacto que había inventado para darme de comer.



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